jueves, 24 de julio de 2008













La cosa es así o no; pero tenía que presentarse de esta manera, con este movimiento de piernas y manos y ampollas. También se tenía que abrir paso al desprendimiento de color y retina, perpetuarse en el olor a huesos de la alcoba apenas visible en las persianas bajas, tensas e invariables que a veces funcionan como el resorte de un montículo informe de pies y sangre.
En el centro mi cabeza y la abertura que yo misma construí para respirar desde mi piel y mis vísceras, la contractura improvisada del aire inquebrantable y después el vértigo, la boca que me recuerda de las calles que nunca encuentro, que se esconden en los pasos y en el silencio impasible de los coches que la recorren – o no- en las madrugadas llenas de hastío.
Un cigarro que se quiebra en mi noche; el alarido de un ciempiés que muere entre mis dedos, estrujándose, revolviéndose en su miseria, mostrándome los dientes y las entrañas con la misma ceguera e irritabilidad de siempre. Pareciera que todo se trata de lo mismo, que la furia y la tormenta no son sino la misma cosa y el misterio del impulso naciendo de la yema de mis dedos respondiera al sonido sólido y gastado del invierno.
Cada vez que entreabro mis ojos soy un monstruo diferente. Puedo sentir la transformación de mi estructura ósea entre los músculos de las piernas, la lengua que se deshace en la mandíbula, el peso de una ciudad que no termina de girar sobre mi cuerpo con una velocidad mortecina que termina en cada infierno y que me arroja hacia las calles, mientras me acurruco en tus brazos como pulpos.

2 comentarios:

mélan dijo...

( ansia )

Otrora Elgrandi dijo...

Conciudadana, por el azar descubrí que vivimos en la misma ciudad. Bastante sugestivo el blog, lo no dicho y el negro de fondo.Por suerte este comentario ya se objetivo.
Saludos