viernes, 31 de octubre de 2008

Ella tiene los ojos del mundo
y el vientre como un reloj a destiempo.
Tiene domingos míos
que son espejos
o vestidos de luto
y marchas fúnebres
entre las almohadas.

Yo soy el gatillo atascado del revólver
apuntando a la sien de esta cabeza,
al cráneo que se quiebra detrás de las palabras que digo
y reitero
y maldigo.

Ella es un espacio insondable,
una ceguera irreconocible,
una máscara de suciedades.
Ella es
y yo me nombro en los bulevares
que no la encuentran,
entre prostitutas que enseñan sus senos entre cigarros
y zapatos.

Todo este silencio
es como una pelusa en el ombligo
o algo todavía más ingenuo.

Soy un hombre en la noche y en la niebla.
Soy un hombre cuando atravieso las rocas
y las olas del absurdo.
Soy un hombre en su espalda
y entre sus piernas,
agazapado en la oscuridad,
esperando el aletazo incontenido.

2 comentarios:

Otrora Elgrandi dijo...

"la noche me rodea, se cumple como un rito, gradualmente, y yo nada tengo que ver con ella" dice mi tío

yo no fumo,sin embargo creo conocer algo de las mujeres de las que hablas.
de todas maneras amo la pelusa en el ombligo... y si es ingenua

saludoss.

mélan dijo...

( no puedo decir nada. al menos no ahora... )