viernes, 23 de octubre de 2009



Están esos días (noches, cigarros, whiskys) que te extrañamos y te queremos más de lo que deberíamos. Están las horas, los números tachados en el almanaque que no esperan ninguna fecha; y también las caras al techo, la lluvia que ya no es lo que era, los ojos que no miran, la televisión como espejo retrovisor de lo que no somos ni fuimos ni seremos. Detrás de todo eso tu odio, la falta de, mi miseria. Y qué terrible este pensarte más allá de mí, en lugares que no conozco, en baldosas que no pisaría ni en cuentos. Podrías estar tan perdido y solo y borracho y enfermo que se me enfrían los párpados por verte revolcado en el vómito de algún linyera o durmiendo en el silencio de la tierra (y digo tierra, elemento, no planeta), acurrucado como un feto en los pechos de una puta que soy yo, dibujada con rouge en el asfalto. Pero ahora crece algo dentro de mí: insecto, vegetal o conciencia. Crece y se retuerce en mis entrañas, hace que me llene las uñas de barro, que te escriba las cartas que no van a llegarte nunca.

1 comentario:

elneurotico dijo...

Yo imaginé cosas así. Me deprimí.